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Ramonita

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Ramonita: Santa Popular.

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“En la tumba de la Ramonita había una mujer arrodillada. Pedía por la salud de su marido moribundo.

Primero pensé que estaba loca. Pero al acercarme, noté que había restos de velas alrededor del sepulcro. Todas amarillentas, como testigos de una historia inconclusa.

Le pregunté quién era. Me miró con esa cara que se mira a los ignorantes. A los que no saben nada de nada.

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-La Ramonita. Es muy milagrosa, ¿vio? A mí siempre me cumple y yo vengo y le pongo una vela. Es Santa. La Ramonita no se olvida de los pobres, porque ella era pobre.

Sacó un pañuelito viejo y se limpió una lágrima que le dibujó un surco en la mejilla. Se hizo la señal de la cruz y se alejó”.

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Los restos de Ramona Moreno yacen en el cementerio San Vicente de Córdoba (Argentina). A 88 años de su violento asesinato, el primer femicidio registrado del siglo 20 en la ciudad, Ramonita es una “santa popular” a la cual las personas le siguen rindiendo culto. La tumba fue remodelada hace poco tiempo debido a la cantidad de gente que acude a ella en busca de ayuda. Es el personaje más famoso del cementerio. “Gracias por mi hijo”; “Gracias por el trabajo”, “Por tu ayuda y contención”, son algunas de las cientos de frases que se escriben en placas de bronce y plástico, que cubren la restaurada tumba de Moreno. En épocas anteriores las personas iban a la tumba, sobre todo los lunes, para que la difunta les diga el número ganador de la quiniela, por trabajo, para salvar un matrimonio, hasta para salir bien en un examen. Las personas que trabajan en el cementerio cuentan que la devoción sigue encendida post pandemia, aunque con menor frecuencia. Ni bien se habilitó nuevamente el cementerio luego del aislamiento por Coronavirus, la tumba de Ramonita se llenó de claveles rojos en menos de un día. 

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“Fue estrangulada una mujer”

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Eso rezaba el diario la voz el 11 de mayo de 1934. “Raimundo Telesforo Morales, amante de la joven, la mató para que no fuera de otro”. El cadáver apareció el 10 de mayo en el fondo de un barranco en la calle Mariano Moreno, hacia el final. Rodeado de policías y vecinos, el cuerpo fue reconocido inmediatamente. Era Ramonita, tenía 25 años, había estado casada y ya se encontraba separada, lo cual era algo no aceptado en su época. Las y los vecinos la consideraban una “libertina” que no cumplía con los parámetros impuestos para las mujeres en ese momento. Su madre decía que ella tenía “mala cabeza”. De esta forma, sin marido ni familia, se empleó como mucama. 

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Sus padres la vieron por última vez el 9 de mayo, cuando Ramona fue a su casa por ropa y para despedirse. Les contó que se marcharía a Buenos Aires en busca de trabajo, como muchas jóvenes de esa época. Su madre le reclamó por unos discos que quería que su hija le devuelva. La joven le contestó que los tenía Raimundo, su novio, pero que no se preocupara, ya que la misma iba a encontrarse con él para despedirse minutos antes de marcharse en tren. La vieron irse, sin saber que era para siempre, a las 19 horas hacia la calle Bolívar.  

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Los niños del barranco.

 

El 10 de mayo, Osvaldo Gallardo (8) y Alberto Puga (6) jugaban en el barranco de su barrio. Osvaldo comenzó a bajar en busca de su trampero cuando se escuchó su grito de espanto. Llamó a su amigo con la voz rota y juntos se quedaron allí hasta que un viejo vecino del barrio se acercó: “Corran a avisarle a la policía”. La noticia fue veloz y, de pronto, el lugar se llenó de vecinos para asistir al rescate del cuerpo.. y por curiosidad. “La violencia con la que le arrebataron la vida en plena juventud fue, para sus devotos, algo así como un sacrificio, el precio que debía pagar para subir pronto al cielo y comenzar a repartir su gracia entre los vivos, que muchas veces necesitan por lo menos de un milagro para reparar las desventuras que hacen de la vida una cuesta pesarosa”. 

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La policía sospechó en un primer lugar de Yaniz, su exmarido, pero no hubo pruebas a su favor. Luego de tomar los testimonios se pusieron en camino hacia la calle Ituzaingó 629 por una pista noble. La vecina de Raymundo le contó a la policía que esa mañana, como nunca, había visto al señor limpiando la habitación de la pensión con apuro. Al entrar a la misma, Raimundo estaba tirado en la cama, sereno, ya no tendría a su Ramona, pero tampoco la tendría otro. “Porque no quería quedarse, la maté”, fue el título de la crónica que La Voz publicó el sábado 12 de mayo de 1934, donde el femicida Morales reconoció el crimen de la joven.

 

Ramonita de todxs.

 

El lunes siguiente al femicidio se prendió fuego místico. Una anciana del vecindario fue hasta la barranca y dejó una vela encendida a fin de aliviar el espíritu de la joven. A partir de allí las velas se fueron multiplicando hasta crear en la hondura del barranco una intensa imagen religiosa. Comenzaron a poner flores todos los días flores rojas, el color preferido de la difunta. Se repetia esto todos los lunes. 

“Descendían hasta el lugar donde se hallara el cadáver, para colocar las flores sobre una cruz de cemento armado, de regular tamaño, que reemplazó a la primitiva de madera que allí se enterrara en el suelo. Se prosternaban rezando, para luego encender las velas, en esa especie de nichos naturales, que en gran cantidad, casi cubrían las dos paredes naturales de la depresión del terreno.

 

Decíase – y mucha gente lo creía- que ‘la Ramonita’ solucionaba problemas sentimentales, afirmándose que más de un casamiento considerado imposible fue realidad, por milagro de la extinta. También se afirmó que intercedió para que la suerte no fuera esquiva a las personas pobres que arriesgaban poco dinero en el juego y no faltaron los numerosos casos de curaciones milagrosas, luego de una promesa cumplida a ‘La Ramonita’. Sus devotos, se movilizaron para erigir un templete en el lugar, pero no lograron llevar adelante su proyecto. Un cura párroco del barrio, me supo referir que al hacerse cargo de la parroquia, quedó intrigado a los pocos días ante la gran cantidad de misas que se le encargaban para impetrar por ‘La Ramonita’, hasta que, enterado de la superstición, cayó en la cuenta de que eran ‘promesas’ hechas ante la cruz del barranco. Poco pudo hacer el cura de la parroquia prohibiendo las misas y procesiones espontáneas: “La Ramonita” sigue recibiendo a sus devotos de toda índole (enamorados, estudiantes, enfermos) que acuden a su tumba en el cementerio San Vicente. La fe es inabordable desde lo racional, pero mantener memoria de ese femicidio con amor hacia la víctima, hasta tornarla eterna y celestial, habla de una sabiduría popular impregnada de rechazo a la violencia y ponderación hacia la joven mujer.

 

Veinticinco años tras las rejas fue el precio que recibió Raimundo por el egoísmo (y machismo) de creer que si ella no era de él, no lo sería para nadie más. Lo que nunca pudo imaginarse Raimundo es que Ramonita sería, para siempre, de todxs. 

 

Fuente:

 

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